Así las llamamos en manera genérica, pero como se ha producido en Kioto debería puntualizar que mi entrevista ha sido con una Geiko, que es como aquí las interpelan. Siempre me ha parecido un personaje literario de dimensiones infinitas y confieso que tener la oportunidad de estar en frente de una es un momento inolvidable.
Para quién tenga dudas, comenzaremos diciendo que las Geishas o Geikos son artistas tradicionales japonesas que aprenden, desde edad muy temprana, a entretener en fiestas, reuniones o banquetes. Gozaron de gran popularidad durante los siglos XVIII y XIX, y aunque todavía hoy se pueden encontrar su número ha bajado considerablemente. Ha bajado, pero donde más concentración se da es en Kioto, lugar que se aferra a la tradición con especial fuerza.
Tomi Tae siempre quiso ser Geiko. Siempre desde que tuvo uso de razón. Y aunque su interés por toda la cultura y costumbres tradicionales era evidente desde su más corta edad, fue a los 15 años cuando definitivamente supo cuál sería su camino. Ahora tiene 22, peor su entrenamiento fue largo y exhaustivo. Cuatro años y medio para dominar ‘sadó’, la ceremonia del té, el baile tradicional nipón, ikebana, canciones populares, literatura, teatro, poesía y hasta aprender trucos de cartas…Ella que parece tan joven y frágil domina todo lo que en Japón se entiende por entretener, divertir, amenizar y cautivar en una velada.
La geishas modernas generalmente durante su aprendizaje aún viven en tradicionales casas llamadas ‘okiya’. Pero las más experimentadas pueden disfrutar de sus propios apartamentos. Este es el caso de nuestra elegante protagonista. Ella comparte vivienda con 3 ‘maikos’, aprendices del oficio, a las que dedican tiempo y cariño para inculcarles este arte que a decir de ellas misma consiste en ser ‘la flor de cualquier banquete’.
Lo que más llama la atención de su presencia es la elegancia de sus movimientos. La precisión de un cuerpo que se mueve como a cámara lenta, arrastrando una pequeña cola que todavía hace más ‘hipnotizante’ su andar. Su maquillaje es perfecto. Nos confiesa que se lo hace ella misma. Una hora para conseguir este efecto de irrealidad que convierte a esta mujer en un personaje de novela, un espíritu de otro siglo.
Reconoce que sería hermoso tener un hijo, pero ahora mismo no se lo plantea. Tomi Tae hace lo que más la gusta y disfruta de una profesión que la permite sumergirse en costumbres ancestrales en medio del Japón de los móviles, el wifi y las impresoras digitales. ¿Lo más difícil?, cuidarse el pelo y las posturas en las que a veces tiene que dormir para no estropearse el peinado. Descansa 2 días al mes, una frecuente actividad que nos habla de lo demandados que están sus servicios. Y no me extraña…Su ceremonia del té consigue parar el tiempo. Verla batir el ‘matcha’ con el agua caliente hasta que quede una mezcla perfecta con una fina capa de espuma es supremo. Casi tanto como conseguir su pañuelo, ese que deja caer a sus clientes más exclusivos. Un placer infinito solo comparado a tener delante y poder hablar con una auténtica Geisha, una Geiko en Kioto.