Es una ciudad cosmopolita y efervescente, que, como los grandes amantes no siempre ha tenido buena fama, pero sí mucha vida y un enorme magnetismo. Marsella se ha lavado la cara y se ha convertido en una ciudad imprescindible para pasar unas buenas vacaciones en La Provenza, esa región tan evocadora que nos llena la mente de imágenes de campos de lavanda. Estar aquí ya es un lujo, pero lo es más poder disfrutar de algunos pequeños-grandes momentos que no tienen su hueco en nuestro día a día.
CENA EN UN VELERO
Como buena ciudad Mediterránea, Marsella está totalmente determinada por el mar, así que, qué mejor manera de disfrutar de un atardecer que en un velero. Podéis contratar uno de 8 plazas a precio razonable (www. Location-barques-marseille.com) y daros un paseo degustando alguna de las viandas locales. Paté de primera, embutido de la zona y buen vino para disfrutar de una puesta de sol en un lugar en el que las gaviotas se acercan sin miedo y las pequeñas embarcaciones se resguardan de las miradas indiscretas del puerto. Pura paz, lujo de verdad!!!!
Estaréis cerca de las islas de If y Frioul. Hay barcos que realizan durante el día esos trayectos, aunque vosotros, desde el mar, tendréis una perspectiva muy distinta y quizá un poco más sobrecogedora. La primera quedo inmortalizada en el ‘Conde de Montecristo’ al ser el lugar en el que el protagonista, Edmundo Dantés, se pasó años de su vida encarcelado antes de lograr escapar. El castillo de If es una fortificación levantada por Francisco I, no se sabe muy bien si para defender la ciudad de las tropas españolas de Carlos I, como oficialmente se dijo, o para avisar a los marselleses de aquello a lo que se arriesgaban si se levantaban contra su rey. Hay que recordar que hacía poco tiempo que la ciudad había dejado de ser independiente y había pasado a manos de la Corona francesa. El caso es que fueron muchos los presos que dejaron aquí su vida desde el siglo XV, aunque no pasó a ser prisión estatal hasta el XVII.
En ‘Frioul’ veréis una solitaria edificación, una casa, que al parecer se alquila y que tiene bastante éxito entre grupos de empresa. Más allá de la belleza del paisaje, enorme, está la felicidad plena del momento que aquí se puede conseguir.
DESPERTARSE VIENDO ‘NOTRE DAME DE LA GARDE’.
Se puede hacer en cualquiera de los hoteles que hay ubicados en la ‘Quai du Port’. Hay habitaciones exteriores con vistas privilegiadas al puerto y sobre todo a la fabulosa Basílica de la Patrona de la ciudad, la Vírgen que protege a todos los marineros marselleses y cuya vida ‘vigila’ desde una colina de casi 200 metros. La enorme imagen de 11 metros que corona el campanario es lo último que ven los hombres que se hacen a la mar, y lo primero que divisan cuando vuelven…
Dicen los marselleses que el Santuario, que se alza sobre otro del siglo XIII, es el lugar en el que el color de la piel o la religión no importa porque es la patrona de todos, el símbolo de unión de la ciudad. Pocos lujos tan sencillos y placenteros como despertarse contemplando el promontorio dorado o simplemente instalarse en alguno de los cafés de la rivera.
HACER TU PROPIO JABÓN
Y no cualquier jabón porque el de Marsella tiene fama de ser el mejor del mundo. Aquí se encuentran jabonerías históricas que han sobrevivido durante décadas por la calidad de su producto. En una de ellas, en ‘La Licorne’ podréis hacer una taller donde fabricar vuestras propias pastillas. Las tradicionales son de lavanda, un producto abundante en la zona, aunque también podéis optar por la tradicional verbena. El jabón de Marsella está fabricado a base de aceites vegetales realizados en la región. La primera referencia del producto la encontramos en el siglos XIV, aunque fue en el año 1688 cuando Luis XIV reguló por ley en el famoso ‘Edicto de Colbert’, el nombre, uso y composición de esta sustancia que resultó revolucionaria. Hoy en día sigue vigente y prohíbe taxativamente el uso de colorantes, grasas animales o sustancias sintéticas durante el preparado, lo que le convierte en un producto más beneficioso para el cuerpo que los demás jabones.
En ‘la Licorne’ los siguen haciendo de manera artesanal y los exportan a medio mundo. Casi la mitad de las 70 toneladas de jabones que producen al año se consumen en el extranjero. El 72% que leemos en muchas pastillas tiene que ver con el porcentaje necesario para obtener químicamente la máxima calidad de este detergente que sigue siendo el favorito entre los propietarios de Ferraris para limpiar los asientos de cuero de la tapicería. ‘Mi padre se ha lavado los dientes toda la vida con jabón de lavanda y los tiene estupendos’, nos dice Serge Bruna, descendiente del fundador y apasionado de esta pequeña industria que califica de ‘apasionante’ y en la que asegura, siempre hay algo que hacer.
Ahora acaban de sacar a la venta una pastilla con forma de sardina. ¿Y por qué, os preguntaréis? Pues porque este es uno de los símbolos más conocidos de la ciudad. Cuenta la leyenda que en 1780 el ministro de la Marina poseía un magnífico Navío Mercante de nombre ‘De Sartines’. Fue atacado por los ingleses y vino a hundirse en la entrada del puerto, paralizando el tráfico marítimo. Quizá bajo la influencia alcohólica de la bebida típica de la zona, ‘De Sartines’ se convirtió en ‘Le Sardine’, la sardina, y así nació la más célebre leyenda marsellesa que asegura que una sardina gigantesca habría logrado obstruir el puerto.
IR DE TIENDAS POR ‘LE PANIER’
Es el barrio en el que se asentaron los griegos que fundaron la ciudad, la primera ubicación de este puerto con más de 1.500 años de historia…Por sus laberínticas calles han deambulado hombres de todas las razas y religiones. …Hace unos años estaba dejado y gozada de mala fama, pero hoy es un conjunto delicioso en el que da gusto perderse. La calle principal está llena de tiendas y talleres de artesanos y guarda cierto sabor a barrio antiguo que consigue detener el tiempo. Hay buenas y agradables cafeterías para tomarse un tentempié o merendar a media tarde. La confitería francesa no se puede olvidar en un viaje como estos.
‘Le Panier’ es el corazón de Marsella, el lugar en torno al que nació la primitiva ‘Massilia’, el barrio en el que vivieron los pescadores que salían cada día a navegar y el que acogió a los más desfavorecidos hasta hace unas décadas. Quedó totalmente destrozado tras la Segunda Guerra Mundial, pero su magia sigue intacta
PASEAR POR MuCEM
La capitalidad cultural de Marsella en 2014 ayudó a remodelar la ciudad. Es como quién después de muchos años, se hace un lifting que la deja como nueva…Uno de esos edificios responsables de la nueva cara de la ciudad es el ‘Museo de Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo’, un impresionante cubo diseñado por Rudi Ricciotti, un arquitecto nacido en Argelia, criado en Marsella e hijo de un albañil que tiene fama de dominar el hormigón. El edificio está cubierto en 3 caras por una tela de cemento que se podría describir como una mantilla que otorga un aspecto peculiar. La terraza es un agradable lugar, normalmente muy animado. El MuCem está unido por un puente peatonal con el Fuerte de St-Jean, fabulosa construcción del siglo XIII que nos recuerda la prolífica historia del portuaria del lugar y la cantidad de peligros y enemigos que han llegado por el mar.
ALMORZAR EN ‘LA MARINE’ O EN ‘MIRAMAR’
Los dos son lugares excepcionales, aunque por diferentes motivos. La primera es una coqueta taberna que llama la atención cuando te deslizas por la emblemática ‘Quai de Rive Neuve’ llena de mástiles y embarcaciones de recreo. Su decoración ‘vintage’ atrae a turistas durante todo el día, también porque aquí se graba una escena de la laureada película ‘Love Actually’, esa en la que el escritor al que han puesto los cuernos, Colin Firth, se declara a la asistenta portuguesa de la que se ha enamorado, Lúcia Moniz.
El otro punto de referencia es el Restaurante ‘Miramar’, el que muchos consideran que sirve la mejor bullabesa de Marsella. Plato de pescadores típico de la zona es un guiso con mucha dificultad porque se trata de conseguir que pescados de distinta textura y grado de cocción se hagan en una misma cazuela. El secreto está en hacer bullir el puchero y bajar el fuego varias veces hasta que el plato quede bien hecho y sabroso. ‘La bouillabaise’ es todo un arte que muy pocos dominan y que hay que probar si se pisa Marsella. ¡Qué aproveche!
Recordad que ‘Air Nostrum’ tiene vuelos diarios con Marsella desde Madrid en temporada alta, así que a poco más de una hora está el cielo…