Pocos países hay en el mundo con la flora y la fauna que tiene Tailandia. Pocos tan ricos, variados y exuberantes. Así que no es de extrañar que entre todas las experiencias inolvidables que podéis vivir, hay varias con animales fascinantes que normalmente ni vemos, ni tocamos, ni siquiera miramos en nuestro día a día… En este viaje os propongo nadar con delfines, bailar con elefantes y conocer otra Tailandia.
Comenzamos por los paquidermos ,sin los que no se puede entender la historia del país y sus gentes. Han servido para ganar guerras (se lanzaban en cientos contra los enemigos), para transportar reyes y para llevar los materiales más pesados…Hoy su utilidad se ha reducido y hay gente que está prescindiendo de ellos condenándolos a la muerte lenta. Por eso son tan importantes proyectos como el de ‘Elephant Hills’. Si hace unos años la principal atracción turística consistía en verlos pintar un cuadro o golpear un balón, hoy esas actividades están totalmente pasadas de moda y hay quién las considera hasta de mal gusto…’Elephant Hills’ nace con el espíritu de intentar proporcionar a estas deliciosas bestias una vida digna en un entorno natural.
Ahora mismo en el campamento hay 12 ejemplares a los que se puede lavar y hasta dar de comer. 250 kilos al día necesitan estos paquidermos que, en el caso de los asiáticos, alcanzar fácilmente los 5.000 kilos. Su dieta sería tolerada incluso por un vegano: piña, plátano, bambú y unas bolas de tamarindo con sal y cereal que funcionan como protector estomacal. Los elefantes tailandeses son mucho menos ariscos que los africanos. Están más acostumbrados al hombre y a su proximidad, aunque nunca hay que olvidar que su instinto puede jugarnos una mala pasada si no seguimos las reglas que nos marcan…De todas formas en este campamento del Parque Nacional de Khao Sok puedes acercarte y hasta acariciarles esa piel gorda y ruda que tienen, algo totalmente impensable en cualquier lugar del continente africano. También es verdad que actualmente los 12 paquidermos de las instalaciones son todas hembras de cierta edad, es decir, más tranquilas.
Los más sagrados son los albinos, los blancos, que si cumplen determinadas características, pasan automáticamente a ser propiedad del Rey por decreto. Los demás pueden ser utilizados para menesteres cotidianos o turísticos, aunque su número ha disminuido dramáticamente en el último siglo. En 1920 la población de elefantes en Tailandia era de 100.000 ejemplares. Hoy apenas llena a 7.000, de ellos 3.000 salvajes. Detener este rápido deterioro es uno de los objetivos de ‘Elephant Hills’ que además ofrece la posibilidad de dormir en medio de la selva en unas tiendas de campaña a las que no falta de nada y que fueron el primer Campo de Lujo en la jungla. Estamos ya con los monzones, estación lluviosa por naturaleza, pero no tengáis miedo al agua porque es como se vive en la zona durante meses…
Es fascinante el sonido de animales que rodea el entorno, el concierto de ranas, el aullido de los monos y el grito esporádico de algún elefante salvaje que vaga por la zona. No hay paz igual que la que proporciona esta conexión con la naturaleza. La experiencia de Khao Sok también ofrece la posibilidad de pasar una noche en los palafitos, unas tiendas de campaña montadas sobre un lago y de las que se puede salir en kayak. Es un lugar inolvidable en el que la naturaleza es poderosa y omnipresente. Rutas en canoa, treking, observación de animales, el tiempo discurre más rápido de lo que parece en el fabuloso Cheow Larn rodeado de montañas.
Y si los elefantes son fascinantes, los delfines no lo son menos, aunque en principio son mucho más esquivos y difíciles de ver. Suele ser normal echarles un ojo en Khanom, una zona intacta y alejada del turismo masivo. Allí podréis contratar una embarcación tradicional, las llamadas ‘long tail boat’ , para adentraros en el mar turquesa que los custodia. Son rosas debido a la cantidad de plancton que comen. No quedan más de 2.000 en todo el mundo por eso es una especie amenazada que hay que mimar. No nacen de ese color, su piel se torna rosada por el pigmento por las gambas y crutáceos que constituyen su principal alimento…Es una fabulosa experiencia poder contemplarlos moverse libremente en su hábitat natural. ¡Qué felicidad transmiten! ¡Qué belleza de vida!.
Khanom es un lugar muy interesante. Todavía conserva su virginidad, su pureza. Es posible bañarse en la playa sin ver un solo humano. Entre los pocos hoteles que se han levantado en la zona destaca el ‘Aava’, un lugar especial con un dueño también muy especial. Ate es un finlandés que vino a conocer el lugar con su entonces novia, kati, en plan mochilero. Le encantó el sitio…se enamoró y decidió construir un hotel en la orilla de esa playa que le parecía un auténtico paraíso. Compró el terreno cuando estaba a punto de regresar a su país y casi sin consultar a su mujer. Fue el inicio de una aventura llena de obstáculos y desventuras, pero también de muchos momentos gratificantes que no tienen precio.
Su hotel es un espacio diseñado para el disfrute, con un chef invitado de distintas partes del mundo que cambia cada 4 o 5 meses, y un diseño del estudio del reconocido arquitecto finlandés Albar Aalto. Un proyecto en el participaron porque les gustó el concepto que quería crear este matrimonio valiente y arriesgado que ha apostado por un país tan bello y fascinante, pero también tan distinto de su patria . Tailandia guarda multitud de experiencias que merece la pena probar. Viajar es la industria de la felicidad y ésta no existe sin pisar por lo menso una vez en la vida este país asiático que se busca rápidamente un ‘huequecito’ en tu corazón.