Es uno de los mercados más importantes e increíbles de Guatemala. Es como entrar en otro mundo. Como si el tiempo se hubiera detenido y retrocediéramos en los siglos. Cuando la niebla aparece entre sus estrechas y adoquinadas calles se convierte en un lugar mágico. Eso ocurre a primera hora de la mañana. Cuando el enorme mercado no se ha montado todavía, pero ya se ve el bullicio. La actividad comienza a las 6 de la mañana. Todavía hoy algunos aldeanos caminan durante horas con sus productos a cuestas para venderlos en ‘Chichi’, que es como se la conoce popularmente a esta población de Quiché en la que vive la etnia indígena más numerosa.
Chichicatenango fue un importante centro comercial mucho antes de la conquista española y así continua siendo. Lo más curioso es que es un lugar en el que se mezclan turistas y lugareños. Todos los jueves y domingos unos y otros conviven con tranquilidad hasta el punto de que lo mejor es quedarse en una esquina viendo cómo se desarrolla la compra-venta. El trueque puede que se haga en español, pero es raro…Lo más probable, tratándose de indígenas, es que hablen en su lengua, la segunda más importante de todo Guatemala. Veréis que hay regateo. El precio que te dan de inicio, sobre todo siendo turista, es bastante más elevado del normal, así que a partir de ahí hay que comenzar las negociaciones…y eso ya depende de vosotros y de hasta dónde estáis dispuestos a llegar… Lo que sí os digo es que es un buen lugar para comprar: telas, artesanías, faldas, blusas indígenas, fulares, bolsos…
En cualquier caso la gran atracción de ‘Chichi’ es sin lugar a dudas la Iglesia de Santo Tomás…¡Aquí se ven rituales increíbles!…Se encuentra en la plaza principal, data de 1540 y a menudo es escenario de ritos que tienen más de maya que de católicos. Los conquistadores no consiguieron arrancar a los indígenas ni su lengua ni sus dioses y las dos cosas han convivido durante siglos con el español y la religión católica. Al entrar al templo, aunque su aspecto es el de una iglesia normal, fijaros en las placas de piedra que hay en el suelo. Si podéis quedaros un rato asistiréis a un espectáculo ‘sin igual’ : mujeres y hombres poniendo velas, recitando por lo bajo oraciones indígenas e invocando al más allá…
El mercado de Chichicatenango es mágico de verdad. Uno siente que se podría pasar horas y horas dando vueltas por los puestos y hablando con la gente local, que por otra parte es lo mejor de Guatemala. La gente es acogedora, amable y tiene ganas de agradar. Cuando les miras a los ojos sientes una gran conexión. Como si diera igual la nacionalidad o el Océano que nos separa.
En este viaje he sentido también la gran bendición que supone tener una lengua común. Poder acercarte a las personas y conseguir que las palabras nos permitan comunicarnos. Eso es quizá la mejor herencia que nos ha quedado de la época colonial.